domingo, 20 de mayo de 2012

La aparición del estado mayor presidencial en México (1942)

Cuando México entró a la Segunda Guerra Mundial en 1942, las fuerzas armadas mexicanas atravesaron por un proceso de transformación y modernización que buscaba poner al ejército mexicano a la altura del conflicto bélico. Si bien la participación mexicana en la guerra fue insignificante, por decir lo menos, los cambios al interior de la estructura militar mexicana si fueron notables, ya que durante ese período se terminó de someter a las fuerzas armadas ante la figura presidencial por medio de la creación del estado mayor presidencial.
            Sin embargo, su aparición constituye apenas el último eslabón de una cadena que buscó someter a los principales cuadros de mando del ejército ante el presidente de la república. Las experiencias previas de golpes de Estado y cuartelazos ocurridos a lo largo del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, exigían mecanismos que subordinaran a los militares ante las autoridades civiles. Se realizaron algunos primeros intentos durante la década de 1930, especialmente bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, pero fue a partir de 1942 que se realizaron los primeros esfuerzos institucionales para someter al poder militar ante el poder civil.
Es posible rastrear ese proceso a través de los periódicos de esos años. La censura que caracteriza a los proyectos militares, especialmente en tiempos de guerra, se dejó sentir en todos los medios de comunicación por lo que leer una nota aislada en el periódico sobre el ascenso de distintos militares no tiene mayor trascendencia. Pero el panorama cambia cuando se relacionan las notas entre sí y se les sigue a lo largo de varios meses. El presente trabajo se limitará a notas periodísticas publicadas entre enero y julio de 1942, en ellas puede observarse una pugna entre dos entidades: el secretario de la Defensa y el presidente.
Dicha pugna iniciaba por el control de las zonas militares. Existían 34 en 1942 y generalmente coincidían con los límites estatales[1]. El reglamento establecía dos categorías de zona militar: de primera y de segunda clase. Las de primera clase estaban al mando de un general de brigada o un general de división, contaban con un estado mayor (dirigido por un general de brigada o un general brigadier), dos secciones de oficiales de los distintos servicios y armas (transmisiones, ingenieros, sanidad, justicia, infantería, caballería, artillería, vehículos y ganado). Las zonas de segunda clase estaban al mando de un general de brigada o un general brigadier, tenían un general como jefe de estado mayor y los mismos servicios que las zonas de primera clase pero con menos elementos. En todas las zonas, la Secretaría de la Defensa fijaba el número de unidades de tropa, de elementos en activo y de elementos en reserva, también estaba facultada para crear o suprimir zonas militares y para establecer nuevos límites entre zonas[2]. Con el fin de limitar a la Secretaría de la Defensa y a su titular, la elección de los comandantes de zona recaía en el jefe del ejecutivo federal[3], por lo que dichos comandantes sólo rendían cuentas ante el presidente[4]. Además, periódicamente, se cambiaba a los batallones y regimientos de una zona a otra o se rotaba a los cuadros de mando de cada zona[5], así se evitaba que una o varias unidades dieran su lealtad al comandante a su mando tras estar demasiado tiempo bajo sus órdenes.
Pese a que podían sufrir transformaciones, la existencia de las zonas militares era razonablemente estable. No así la región militar, el otro escenario de lucha entre la Secretaría de la Defensa y la presidencia.
La región militar agrupaba varias zonas militares, pero su creación estaba condicionada por las amenazas que surgieran. En 1942 sólo existían dos regiones: la del Pacífico y la del Golfo. La primera apareció después de iniciadas las hostilidades entre japoneses y estadounidenses en el Pacífico[6], por lo que surgió ante la amenaza de una invasión japonesa a México para llegar a los Estados Unidos. La segunda se creó casi dos meses después del hundimiento del “Potrero del llano”[7], de modo que surgió cuando el Golfo de México se convirtió en una región insegura por la actividad de los submarinos alemanes.
La creación de las regiones militares no transformó la organización ni las actividades al interior de las zonas militares[8], sólo debían coordinar las actividades de las distintas zonas militares que agrupaban. Se buscó un equilibrio de poderes entre el secretario de la Defensa y el presidente cuando se redactó el reglamento para las regiones militares. Así, el presidente designaba a los comandantes de las regiones militares[9], pero ésos comandantes las representaban ante el secretario de la Defensa[10]. No obstante, el cumplimiento de éste último punto constituyó más bien una rareza, ya que generalmente los comandantes de las regiones rendían informes al presidente[11]. Éste fenómeno y otros que igualmente marginaron al secretario de la Defensa, se debieron a la creación del estado mayor presidencial.
La organización y delimitación de funciones del estado mayor presidencial inició en los primeros días de enero de 1942[12], antes de que México entrara a la guerra. En un principio no se tenía del todo clara la forma en que se organizaría y funcionaría, pero ya se tenía en mente el dividirla en cuatro secciones. La primera se denominó “Movimiento y control del ejército y la armada”, se encargaría de movilizaciones generales, de la organización de unidades, de la administración de efectivos y fondos, de los alojamientos militares, de los ascensos, recompensas y hojas de servicios. La segunda “Servicios de información” consistía en espionaje, contraespionaje, prensa, publicidad, censura, agregados militares, estudiantes mexicanos en el extranjero, cartografía y relaciones con las autoridades civiles. La tercera “Planes de guerra” trabajaba en operaciones, instrucción, adiestramiento, educación militar, situación de fuerzas y diario de guerra. La última “Abastecimiento de personal y material” se encargaría de evacuaciones, organización de las comunicaciones e industrias militares[13].
Como resultado, un nuevo organismo, el estado mayor presidencial, asumió varias de las atribuciones que habían sido exclusivas del secretario de la Defensa, especialmente a través de la primera sección[14]. Con ello, se creó un mecanismo capaz de controlar todos los ámbitos del quehacer militar en México y de ejercer un contrapeso a todos los generales, particularmente al titular de la Secretaría de la Defensa. Puesto que el surgimiento del estado mayor presidencial ocurrió antes de la entrada de México a la Segunda Guerra Mundial, su creación no respondía a necesidades internacionales sino nacionales. Éste proceso necesariamente continuó durante los años siguientes, ya que 1942 fue un año de experimentación para el estado mayor presidencial, pero es en éste proceso en el que se encuentra la causa del fin de los golpes de Estado dados por militares y de la consolidación del presidencialismo en México.
De este modo, y pese a las críticas que se le pueden hacer la sistema presidencial mexicano de la segunda mitad del siglo XX, fue gracias a su creación que las cúpulas militares en México se subordinaron definitivamente al poder civil.  Pero no a todo el poder civil, sino únicamente a aquel representado por el ejecutivo federal. Este proceso también explica como un civil, por primera vez desde el triunfo de la revolución, asumía la presidencia de la república en 1946.
No es mi intención ofrecer una justificación ideológica para los regímenes priístas que aprovecharon el sistema presidencialista emanado de las reformas implementadas en el ejército durante la segunda guerra mundial. Sólo digo que el presidencialismo fue el precio que México tuvo que pagar por someter a los cuadros de mando de su ejército ante el poder civil.


[1] “El Universal”, 28 de mayo de 1942, primera sección, p. 10.
[2] “El Universal”, 3 de junio de 1942, primera sección, p. 5.

[3] Ib.
[4] “Excélsior” 27 de mayo de 1942, primera sección, pp. 1-2.
[5] Vr. Gr. “El Nacional”, 11 de enero de 1942, primera sección, p. 6.
[6] “El Nacional”, 1 de enero de 1942, tercera sección, pp. 1 y 6.
[7] “El Nacional”, 8 de julio de 1942, primera sección, p. 1.
[8] Cfr. “Excélsior”, 27 de mayo de 1942, primera sección, p. 1; “El Nacional”, 1 de junio de 1942, primera sección, p. 7.
[9] Vid. “El Nacional”, 11 de enero de 1942, primera sección, p. 6; “El Nacional”, 14 de enero de 1942, primera sección, p. 2.
[10] “El Universal”, 25 de mayo de 1942, primera sección.
[11] “El Universal”, 22 de mayo de 1942, primera sección, pp. 1 y 9.
[12] “El Nacional”, 10 de enero de 1942, primera sección, p. 1.
[13] “El Universal”, 3 de enero de 1942, primera sección, pp. 1 y 11.
[14] Cfr. “El Nacional”, 25 de marzo de 1942, primera sección, p. 1; “El Nacional”, 3 de junio de 1942, primera sección, p. 1.

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