domingo, 29 de abril de 2012

Las fases de la guerra





En el 2001, McGregor Knox editó un libro titulado The dynamics of military revolution 1300-2050. En él participaron varios autores, extraeremos las ideas de sólo dos de ellos.

William Murray y McGregor Knox sintetizaron cinco revoluciones militares en la edad moderna que al confluir crearon una magna revolución militar. Primero advierten que la idea de una revolución militar surgió entre los historiadores a partir de 1955 con la tesis de Roberts y posteriormente surgió entre teóricos militares del ejército soviético durante la década de 1960.
La primera revolución militar creó al Estado moderno en el siglo XVII y se basó en una organización militar compleja y fuerzas armadas disciplinadas. La segunda ocurrió durante la Revolución Francesa y vinculó a la guerra con la política. La tercera ocurrió a finales del siglo XVIII, se fundamenta en la revolución industrial que permitió armar, reclutar, alimentar, pagar y movilizar rápidamente grandes masas de combatientes. La cuarta sucedió durante la
Primera Guerra Mundial y combinó los efectos de las tres revoluciones militares anteriores estableciendo un nuevo modelo de guerra. La última aconteció durante la Guerra Fría con la aparición de las armas nucleares.
Con respecto a la primera revolución, para los autores, la clave reside en la capacidad para pagar un ejército, ya que de esto se desprende su disciplina, mientras que la disciplina es esencial para la creación del Estado moderno. Para validar su argumento Murray y Knox explican que la incapacidad de la corona española para pagar regularmente a sus tropas generó motines, principal expresión de indisciplina, al reinar la indisciplina en el ejército, éste no pudo utilizarse como instrumento de política exterior, lo que minó el poder de España. Los autores incluso extrapolan éste modelo para explicar el siglo XIX en toda América Latina.

Posteriormente, la Revolución Francesa hizo confluir guerra y política al convertir a la guerra en un asunto nacional que movilizaba a toda la población. Al mismo tiempo logró crear y alimentar sentimientos nacionalistas.

El tercer paso, a través de la revolución industrial, creó el material bélico necesario para sostener un conflicto.

Más adelante, durante la Primera Guerra Mundial se combinaron el poder industrial, el poder armamentista, la logística, el poder combativo y el nacionalismo. Como resultado, la guerra se expandió a un nuevo espacio, el aire con la aparición de los aviones y a una tercera dimensión tanto en el aire como en el mar, en éste último caso con los submarinos. De este modo surgían los elementos básicos que caracterizarían a la guerra en 1918, 1939-1945 e incluso después de 1991, pero notándose muchas diferencias entre 1914 y 1918 en la forma de conducir la guerra.

Finalmente, la aparición de las armas nucleares y los misiles balísticos crearon la última revolución militar, caracterizada por la garantía de la destrucción mutua asegurada.
Hay que señalar que estas ideas aparecen en el capítulo introductivo, más con la intención de orientar al lector con respecto al resto de artículos, de modo que éstas ideas pudieran no ser sus conclusiones definitivas. En ese sentido, sería injusto dar por el momento un veredicto sobre su postura teórica.

El debate entorno a la teoría de la revolución militar


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En 1955, durante una conferencia en Belfast, Michael Roberts dio a conocer su teoría de la revolución militar en una ponencia titulada así The military revolution. Roberts la fechó entre 1560 y 1660 y la consideró como el parteaguas entre la edad media y la edad moderna. La revolución militar contaba con tres ejes. El primero de ellos era una revolución táctica, creada por los holandeses, mejorada por los suecos, aunque inspirada en modelos romanos.

Ésta revolución táctica se caracterizaba por el uso sistemático de las armas de fuego, en particular del mosquete, que de la mano de formaciones con extenso frente de batalla y escasa profundidad creaba una cortina de fuego ininterrumpida. Su puesta en práctica exigía un alto grado de preparación y disciplina. A partir de ésta consecuencia, la revolución táctica se convirtió en revolución militar.

La aplicación de los cambios tácticos demandaba un período de entrenamiento que estandarizara las maniobras que los soldados debían ejecutar. Como resultado, fue necesario conservar al ejército de un año al siguiente, utilizando el invierno como período de entrenamiento. Lo anterior significó dejar de reclutar ejércitos para cada campaña, enganchados en la primavera y licenciados en el otoño, surgiendo así los ejércitos permanentes.

Pero conservar al ejército año con año implicaba garantizar su paga de forma también permanente. Esto a su vez obligaba a concentrar enormes cantidades de recursos, así como la creación de un aparato burocrático capaz de administrarlos. Mientras que las noblezas europeas fueron incapaces de afrontar ese desafío, los monarcas europeos, al contar con los recursos técnicos, administrativos y financieros, resultaron ser los únicos personajes en
condiciones de atender a las nuevas necesidades de la guerra. Así pues, mientras que la nobleza se veía debilitada políticamente en Europa, los reyes europeos incrementaron su poder. Con base en éste fenómeno, Roberts encontró en la revolución militar una explicación al triunfo del absolutismo en el siglo XVII.

Todo éste proceso creó guerras tan onerosas que superaban los ingresos del Estado, surgía así la necesidad de créditos bancarios para financiar las conflagraciones. El pago de las deudas requería de períodos de paz para la recuperación de las arcas estatales. Sin embargo, la creación de estrategias más ambiciosas también generó conflictos bélicos más prolongados y cada vez menos períodos de paz.
Con el fortalecimiento político de las monarquías europeas, éstas tuvieron la posibilidad de crear estrategias más ambiciosas, pero cuya aplicación demandaba un incremento exponencial de sus efectivos militares. Tanto la aparición de estrategias más ambiciosas como el incremento masivo de los ejércitos, constituyen los otros dos ejes entorno a los cuales gira la teoría de Roberts, ya que ambos tuvieron el mismo efecto que la revolución táctica: requerían una gran concentración de recursos, misma que sólo podía satisfacer
el soberano, lo que amplió aún más su poder.

En función de los crecientes costos, el saqueo y el botín se utilizaron para sufragar parte de los gastos, incluso fueron legitimados y convertidos en objetivos estratégicos. La obtención de botín mediante el saqueo necesariamente golpeó a la población civil, por lo que la revolución militar daba a luz un modelo de guerra extremadamente cruel. No obstante, la revolución militar creó el remedio a esa crueldad al gestar convencionalismos a respetar
que garantizaban el respeto, a lo que hoy consideraríamos, los derechos de los no combatientes. De ese modo, la revolución militar creaba guerras capaces de regularse a sí mismas.


La teoría de la revolución militar tenía objetivos limitados para el desarrollo de la historia europea aunque con consecuencias más vastas para la filosofía de la Historia. Por un lado, Roberts pretendía resaltar la importancia de la guerra en las sociedades europeas de la temprana edad moderna, particularmente, su influencia en la creación y consolidación del Estado absolutista. Por otro lado, Roberts explicaba esa importancia en función de una
idea tecno-céntrica ya que presentaba a la tecnología militar, especialmente a las armas de fuego, como la causa última de una profunda transformación histórica.


Sin embargo, la teoría de la revolución militar es una proyección de Roberts y su tiempo. Al final de su trabajo, Roberts afirmaba que: “The road lay open, broad and straight, to the abyss of the twentieth century”(1). Con esto, Roberts creó una justificación para la carrera armamentista que iniciaba a mediados del siglo XX, ya que, después de los horrores de dos guerras mundiales, ambas gestadas (en la visión de Roberts) por el desarrollo tecnológico, la misma tecnología crearía mecanismos que regularían conflictos futuros. Por lo tanto, la teoría de Roberts no es una teoría inocente, ni siquiera se limita a encontrar la explicación definitiva del devenir histórico, sino que constituye una justificación ideológica para la industria armamentista. La teoría de la revolución militar, tal como Roberts la concibió, puede ser un instrumento peligroso en las manos equivocadas, ya que proporciona una excusa a una potencial escalada en la producción de armamentos.

La teoría de la revolución militar no recibió ninguna de esas críticas en 1955, de hecho no tuvo críticas significativas durante veinte años. Éstas, cuenta Geoffrey Parker (de quien hablaremos más adelante), aparecieron hasta 1976 y giraron en torno a la omisión de Roberts de la guerra naval, la guerra de asedio, así como de los cambios ocurridos en otros ejércitos europeos contemporáneos. Sin embargo, la noción de una revolución militar no
fue seriamente cuestionada, ni siquiera su tecno-centrismo; pero tampoco había llegado a su nivel más álgido.

En 1988, Geoffrey Parker escribió un libro titulado: La revolución militar. Ahí, Parker retomó las ideas de Roberts y las llevó a sus últimas consecuencias.

Parker rescató el papel de las armas de fuego y el incremento masivo de los ejércitos. Agregó la importancia de la guerra de asedio mediante la creación de un nuevo sistema de fortificación y añadió el rol de la guerra naval. Además, extendió la delimitación temporal de la revolución militar, dándole inicio en 1500 y término en 1750.

Con lo anterior, Parker llegó a la misma conclusión que Roberts: el nuevo modelo de fuerzas armadas (terrestres y navales) así como las formas de hacer la guerra eran excesivamente onerosos. Al ser tan caros, éstos gastos sólo podían ser sufragados por el poder central, expresado generalmente a través del monarca. Como resultado, Parker concluyó que los nuevos métodos e instrumentos de la guerra crearon y consolidaron al Estado absolutista en el siglo XVII.

Pero Parker llevó la teoría de la revolución militar más allá de Europa y la utilizó para explicar el predominio europeo sobre el resto del mundo. El argumento de Parker es básicamente éste: las transformaciones en el arte de la guerra naval y terrestre permitieron a distintos Estados europeos imponerse a varias culturas en América, África y Asia, hasta llegar a controlar 30% de la superficie terrestre. Éste avance constituiría la base para la expansión europea del siglo XIX, que llevaría al mundo occidental a controlar 80% de la tierra.

Parker sintetiza toda su explicación de la siguiente forma:

“Gracias, sobretodo a su superioridad militar, basada en la revolución
militar de los siglos XVI y XVII, las naciones occidentales habían
conseguido el nacimiento de la primera hegemonía global de la Historia”(2)
Así pues, Parker no sólo encontró en la teoría de la revolución militar un argumento tecno-céntrico, además halló un sentido euro-centrista de la historia al asegurar que el dominio europeo sobre el mundo tiene su génesis en el desarrollo de la tecnología militar.

En ésta ocasión no fue necesario esperar veinte años para que aparecieran críticas a la teoría de la revolución militar. En 1991 Jeremy Black escribió A military revolution? Para cuestionar las ideas de Roberts y de Parker. Black construyó su crítica a partir de las ideas y la conclusión de la teoría de la revolución militar.

Por ende, Black inició cuestionando el valor atribuido a las armas de fuego y por tanto a la contramarcha. Black aclara éste hecho con base en dos premisas, por un lado, la imprecisión de las armas de fuego en la temprana edad moderna y, por otro lado, que la pica conservara la categoría de “arma reina de la infantería” entre 1560 y 1660, aspecto que tanto Roberts como Parker habían omitido, por lo que la importancia atribuida a las armas de fuego era en realidad exagerada.

Otra parte de su crítica se cifró en el incremento de los ejércitos europeos. Black advierte que las fuentes documentales a partir de la cuales se ofrecen cifras de los efectivos militares deben ser tomadas con reservas. En éste punto, Black es especialmente cáustico con Parker, ya que asegura que Parker no impuso una crítica seria a fuentes que no eran confiables, de modo que los cifras de los ejércitos europeos que da Parker son, en opinión de Black, cifras que no se sostienen. Para Black, el incremento masivo de los ejércitos
europeos no se produjo entre los siglos XVI y XVII, como sostuvieron Roberts y Parker, sino hasta el siglo XVIII, cuando se generaliza la conscripción en los ejércitos de los Estados europeos.

La crítica de Black a la forma en la que Parker presentó la guerra de asedio ya no fue tan severa. Para Black, el error de Parker fue excluir a los suecos, rusos, austríacos y turcos del desarrollo de la poliorcética, como si fuera un campo exclusivo de los españoles, italianos, franceses y holandeses. Black no niega el desarrollo que las fortificaciones y los asedios tuvieron en la Europa occidental, lo que si niega es que ese desarrollo fuera el único, de
manera que el error de Parker aquí fue marginar ese mismo desarrollo en Europa oriental.

Black advertía que la tecnología militar fue tan constante que no podría hablarse de nada revolucionario. En contraste, la llamada revolución militar no fue homogénea, pues en el este de Europa la guerra siguió un desarrollo propio. Como resultado, Black considera que, de existir una revolución militar en la Europa post medieval, ésta no ocurrió antes del siglo XIX. En el campo concerniente a la formación del Estado, Black asegura que los fenómenos
militares que favorecieron su creación no se dieron en el período de 1560-1660, sino en el de 1660-1760, período que sí fue testigo de un incremento de los ejércitos gracias a la sustitución del reclutamiento voluntario por el sistema de conscripción, mismo que fue fomentado ante la posibilidad de ganar conflictos con un primer y duro golpe y que exigía mantener una estructura militar permanente, aún en tiempos de paz, para conservar un alto grado de preparación.
La crítica de Black no se fosilizó en los años siguientes, de modo que ciertas ideas sufrieron transformaciones. Sin embargo conservará una constante fundamental: su crítica al tecno-centrismo.

Citas
1-Michael Roberts. The military revolution, 1560-1660, p.29.
2-Geoffrey Parker. La revolución militar. Las innovaciones militares y el apogeo de Occidente, 1500-1800, traducción castellana de Alberto Piris, Barcelona, Editorial Crítica, 1990. P. 209.

La historia militar dentro de la filosofía de la Historia


La filosofía de la Historia parte de ciertos principios para interpretar el sentido de determinados fenómenos históricos o del acontecer universal.

Básicamente busca dos cosas. Por un lado, determinar las leyes de la evolución histórica (metafísica de la Historia). Por otro lado, explicar el desarrollo de la civilización y de la cultura.

En ese sentido, el estudio de la historia, y la historia militar no es ajena a ello, tiene dos aspectos: el conocimiento meramente descriptivo y narrativo de los hechos y el de la clasificación, interpretación y conocimiento racional del mismo.

Existen varias posturas entorno a la filosofía de la Historia, por lo que el mapa mental mostrado al inicio es sólo una muestra del repertorio filosófico. Casi todas las escuelas se dividen en escuelas idealistas o materialistas. En la práctica, una postura materialista puede recoger tesis idealistas o a la inversa, tal es el caso del materialismo histórico, que retomó algunos postulados del idealismo alemán (en particular de Hegel).

La historia militar no escapa a dicho debate filosófico. De hecho, la teoría de la revolución militar presenta su propia visión filosófica del devenir histórico. Dicha visión es claramente tecno-céntrica y euro-céntrica, a partir de lo cual encuentra en la guerra la explicación del mundo tal como lo conocemos.

Aún sus principales críticos, como Black, coincidieron en ver en la guerra la causa última del desarrollo histórico-social. Es evidente que no comparten sus posturas tecno-céntricas y euro-céntricas, pero no deja de ser interesante que todos conciban a la guerra como el principal agente catalizador del cambio histórico.

Bibliografía

Casi cualquier manual de Historia de la Cultura contiene un capítulo dedicado a la filosofía de la Historia. Personalmente, recomiendo el siguiente:

GUZMÁN Leal, Roberto. Historia de la cultura, decimoséptima edición, México, Editorial Porrúa, 1998.

domingo, 22 de abril de 2012

La teoría del poder aéreo de Giulio Douhet

Giulio Douhet (1869-1930) fue un militar italiano. En 1921 publicó un libro titulado Il dominio dell` aria. Esa obra se apoyó en experiencias, propias y ajenas, de la guerra italo-turca y de la primera guerra mundial para apoyar su propuesta de fortalecimiento de la aviación militar.

Douhet empieza proponiendo la creación de un nuevo brazo armado, la aviación, completamente autónomo de los dos ya existentes, el ejército y la armada. Para él, el poderío aéreo se desperdiciaba en objetivos subordinados a los planes de los mandos del ejército y de la armada, ya que la fuerza aérea era plenamente capaz de emprender operaciones propias cuyos efectos podían ser más profundos.

La visión de Douhet se apoyaba en que, tanto los planes de un ejército como los de una flota, sólo alcanzaban la línea de frente del enemigo. En contraste, los planes aéreos podían golpear casi cualquier parte del territorio enemigo. Douhet reconoce que esta ventaja está sometida a la autonomía de los aviones, pero que, aún con dicha salvedad, su radio de acción sigue siendo más amplio que el de los otros dos brazos armados de un país.

Douhet, al igual que muchos teóricos militares, es heredero de las teorías de Clausewitz y de Jomini, ambas consistentes en la idea de la concentración de fuerzas en el punto decisivo para alcanzar la victoria. Desde finales del siglo XIX, la concentración de fuerzas estaba asociada a la superioridad de fuego. En ese sentido, Douhet proponía enfocarse en contar con el mayor número de bombarderos, por lo que su teoría del poder aéreo era eminentemente ofensiva.

Para este autor, el uso de cañones antiaéreos era inútil, por lo que debían ser ignorados. El empleo de aviones caza era, en principio, marginal, ya que su existencia y su número estaban condicionados por su empleo en el bando contrario. Como resultado, la verdadera prioridad para la fuerza aérea consistía en tener un número elevadísimo de bombarderos, para aprovecharlos contra la mayor cantidad posible de objetivos.

Dichos objetivos eran tanto militares como civiles, industriales y de infraestructura. Para Douhet, la fuerza aérea era capaz de destruir las fuentes de poderío militar, productivo y humano de un país, situación que se traducía en la postración absoluta del adversario. Pero Douhet vio más allá de la sola destrucción material, él pensó también en la destrucción moral de los supervivientes a un bombardeo. De este modo, Douhet propuso el uso del bombardeo aéreo no sólo para la destrucción física, sino que además lo propuso para acabar con la moral combativa de la población enemiga.

La visión que Douhet tenía del bombardero como arma decisiva en un conflicto bélico, así como su propuesta de la guerra total a partir de la aviación quizá no fuera única, sin embargo si es de las más conocidas. Las ideas de Douhet cuentan tanto con seguidores como con detractores, ya que muchas de sus ideas fueran puestas en práctica durante la segunda guerra mundial, así como en conflictos posteriores.

En el caso de la segunda guerra mundial, el uso de bombardeos aéreos masivos sobre distintos objetivos en Europa no decidió el resultado de la contienda, situación que desmiente la propuesta de Douhet. Sin embargo, la aparición de las armas nucleares le daría la razón a Douhet si consideramos los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y el consiguiente fin de la guerra.

El debate sobre el arma capaz de definir un conflicto bélico no ha terminado. En el caso de la Italia de las décadas de 1920 y 1930, Douhet se encontraba en pugna con otros oficiales y teóricos italianos que presentaban al ejército o a la armada como armas definitorias. El problema al que se enfrentaban era la insuficiencia de recursos para alimentar todos los proyectos militares. Dicha situación seguramente no era exclusiva de Italia, como seguramente tampoco es exclusiva del período de entre guerras.

domingo, 15 de abril de 2012

¿Qué es la historia militar?

¿Qué es la historia militar?

Esta pregunta exige dar dos respuestas, ambas complementarias. Por un lado, debemos entender cuál es su objeto de estudio y, por otro lado, debemos saber bajo que ópticas se estudia.

La primer respuesta es muy sencilla, la historia militar estudia la guerra o la actividad militar en su dimensión histórica. La segunda respuesta no es tan sencilla, ya que demanda un análisis historiográfico. Si leyeron la Introducción, podrían pensar que basta con recurrir a las siete influencias metodológicas expuestas ahí. Sin embargo, dichas aportaciones sólo inciden en una de las varias corrientes historiográficas militares.

La historiografía militar puede dividirse en dos vertientes. La narrativa táctico-operacional y la historiografía militar académica.

El primer género aparecio en la primera mitad del siglo XIX, impulsado por autores como Karl von Clausewitz y Antoine-Henri de Jomini y persiste hasta nuestros días con autores como John Keegan y Antony Beevor. Se caracteriza por la búsqueda de máximas inmutables y aplicables a cualquier situación. Es un género muy leído y vendido a nivel mundial. Tiende a ser escrito por militares profesionales, por lo que llega a ser excesivamente técnico. En muchas ocasiones carece de información verificable, ya que algunos autores basan sus escritos únicamente en su experiencia personal. Por lo general presenta una gran aridez interpretativa. En ciertos casos es extremadamente nacionalista (llegando a presentar a los militares como los principales garantes de los ideales nacionales) y a veces se convierte en una oda a la violencia. Por estas circunstancias, los círculos académicos en muchas universidades han excluído a toda la historia militar al considerar que cualquier estudio bélico tendrá esas características. Como veremos más adelante, ese temor académico es un prejuicio.

La historiografía militar académica, al menos la de los últimos 60 años, se divide en tres senderos. En primer lugar están los historiadores que, sin ser militares, se ven influenciados por las ideas historiográficas propias de los militares profesionales. La principal de ellas es su tendencia nacionalista. Esta corriente está representada, esencialmente, por historiadores españoles cuya formación se vio marcada por la ideología franquista. Sus trabajos pueden considerarse todavía como parte de la narrativa táctico-operacional.

El segundo grupo de historiadores se compone por investigadores que superaron las prácticas más comunes de la narrativa táctico-operacional. No obstante, desconocen el estado de la cuestión de su propio tema, situación que les impide explicar satisfactoriamente la trascendencia historiográfica de su trabajo. Pese a esta carencia, en sus obras ya es posible vislumbrar las consecuencias históricas de la guerra.

El último grupo de historiadores militares académicos lo forman investigadores involucrados en el debate de la teoría de la revolución militar. Por un lado están sus defensores y por otro lado están sus detractores.

La primera postura sostiene que el desarrollo tecnológico determinó las formas de hacer la guerra, lo que a su vez influyó en el desarrollo histórico-social de la humanidad. Recibió el título de revolución al considerarla como el parte aguas entre el mundo medieval y el mundo moderno. Argumentaba que el desarrollo tecnológico estableció un sendero definido y obligado para la humanidad, además, ese desarrollo era ajeno al arbitrio humano, lo que hacía de la teoría de la revolución militar una corriente surgida del humanismo que negaba al humanismo. Dicha postura se radicalizó posteriormente, al añadir visiones euro-céntricas a sus postulados tecno-céntricos. Como resultado, hacia finales de la década de 1980, los defensores de la revolución militar explicaban el colonialismo europeo y la hegemonía europea a nivel mundial en función de factores tecnológicos.

Los críticos de la teoría de la revolución militar se centraron en tres ejes. El primero, y más obvio, consistió en una crítica a sus ideas tecno-céntricas. Para este grupo de historiadores, la tecnología una expresión de la actividad humana, por ende la tecnología carecía de consciencia y de capacidad de decisión ya que ambas eran facultades estrictamente humanas. Dicho en otras palabras, la tecnología sólo era un medio, el verdadero agente histórico era el hombre. La segunda crítica partió de la misma oferta explicativa creada por los seguidores de la revolución militar. Cuando surgió la idea de una revolución militar, fue aplicada únicamente a la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII. Sin embargo, historiadores posteriores hablaron de revoluciones militares en el mundo antiguo, en la edad media, así como en los siglos XVIII, XIX y XX. Los críticos concluyeron que si el término de revolución militar podía aplicarse a todo proceso histórico, el concepto carecía de utilidad ya que no existiría nada que no fuera revolucionario y por ende nada con respecto a lo cual distinguirlo. La última crítica se dirigió a su eurocentrismo. Sostenían que algunas de las características propias de la revolución militar eran inoperantes fuera de Europa o estaban malentendidas. También argumentaron que se partía de un gran conocimiento del desarrollo histórico-social europeo, pero acompañado de una profunda ignorancia del mundo extra europeo.

Más allá del debate de la revolución militar, este grupo de historiadores tiene un rasgo en común, su convicción de ver en la guerra el principal agente catalizador de cambio en la historia.

Bibliografía

La siguiente bibliografía no es exhaustiva, sólo pretende ofrecer algunas de las obras más representativas de las corrientes historiográficas expuestas en este capítulo.

I-Narrativa táctico-operacional
BEEVOR, Antony. El día D. La batalla de Normandía, traducción castellana de Teófilo de Lozoya, y Juan Rabasseda, Barcelona, Crítica, 2009.
CLAUSEWITZ, Karl von. De la guerra, tercera edición, México, Editorial Diógenes, 1983.
JOMINI, Antoine-Henri de. The art of war, translated by G. H. Mendell and W. P. Craighill, Ontario, Legacy Books Press, 2008.
KEEGAN, John. Seis ejércitos en Normandía, traducción de Jose Luis Tamayo, Madrid, Ariel, 2008.

II-Historiografía militar académica
2.1-Influenciados por las ideas de militares profesionales
ALBI de la Cuesta, Julio. De Pavía a Rocroi. Los tercios de infantería española en los siglos XVI y XVII, Madrid, Balkan, 1999.
BRUCE, Robert. Técnicas bélicas de la época napoleónica, 1792-1815, traducción de Jesús Sevillano, Madrid, Libsa, 2008.
GIMÉNEZ Martín, Juan. Tercios de Flandes, Madrid, Ediciones Falcata Ibérica, 1999.

2.2-Ajenos a las ideas de los militares pero desconocedores del debate historiográfico
CAMPILLO, Antonio. La fuerza de la razón. Guerra, Estado y ciencia en los tratados militares del Renacimiento, de Maquiavelo a Galileo, Murcia, Universidad de Murcia, Facultad de Letras, 1986.
DÍAZ Capmany, Carlos. La fortificación abaluartada. Una arquitectura militar y política, Madrid, Ministerio de Defensa, 2004.
HOWARD, Michael. La guerra en la historia europea, traducción de Mercedes Pizarro, México, Fondo de Cultura Económica, 1983.
TEIXIDÓ, A. Enciclopedia del arte de la guerra, Barcelona, Planeta, 2003.

2.3-Defensores de la teoría de la revolución militar
ARNOLD, Thomas. "Fortifications and the military revolution. The Gonzaga experience, 1530-1630". Rogers, Clifford (ed.). The military revolution debate. Readings on the military transformation of early modern Europe, Oxford, Wester View Press, 1995.
AYTON, Andrew and J. L. Price. "Introduction. The military revolution from a medieval perspective". Ayton, Andrew and J. L. Price (ed.). The medieval military revolution. State, society and military change in medieval and early modern Europe, London, Tauris Publishers, 1998.
FROST, Robert. The Northern Wars. War, State and society in northeastern Europe, 1558-1721, London, Longman, 2000.
GONZÁLEZ de León, Fernando. "Spanish military power and the military revolution". Mortimer Geoff (ed.). Early modern military history, 1450-1815, Basingstoke, Pallgrave, 2004.
PARKER, Geoffrey. La revolución militar. Las innovaciones militares y el apogeo de Occidente, 1500-1800, traducción castellana de Alberto Piris, Barcelona, Editorial Crítica, 1990.
QUATREFAGES, René. Los tercios españoles, 1567-1577, traducción de Carlos Batal-Batal, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1979.
QUATREFAGES, René. La revolución militar moderna. El crisol español, Madrid, Ministerio de Defensa, 1996.
ROBERTS, Michael. "The military revolution, 1560-1660". Clifford Rogers (ed.). The military revolution debate. Readings on the transformation of early modern Europe, Oxford, West View Press, 1995.

2.4-Críticos de la teoría de la revolución militar
BLACK, Jeremy. A military revolution? Military change and European society 1550-1800, Hong Kong, Humanities Press International, 1991.
BLACK, Jeremy. European warfare, 1660-1815, London, Yale University Press, 1994.
BLACK, Jeremy. European warfare, 1494-1660, London, Routledge, 2002.
BLACK, Jeremy. Rethinking military history, London, Routledge, 2004.
BLACK, Jeremy. "Military revolutions and early modern Europe. The case of Spain". Enrique García Hernán y David Maffi. Guerra y sociedad en la monarquía hispánica. Política, estrategia y cultura en la Europa moderna, 1500-1700, Vol. I, Madrid, Laberinto, Fundación MAPFRE, 2006.
KENNEDY, Paul. Auge y caída de las grandes potencias, traducción de J. Ferrer Alev, Barcelona, Random House Mondadori, 2005.
LYNN, John. "Forging the western army in seventeenth-century France". Knox, MacGregor. The dynamics of military revolution, 1300-2050, New York, Cambridge University Press, 2001.

VALDEZ Bubnov, Iván. "Instrumentos de guerra y de comercio. Tecnología y poder en el sistema naval bajo la casa de Habsburgo". Derroteros del mar del sur, número 15, 2008.

viernes, 13 de abril de 2012

Introducción



La historia militar es uno de muchos géneros historiográficos (junto con la historia económica o la social por ejemplo), sin embargo, es el más antiguo que se conoce, ya que la obra de Herodoto, considerado como el padre de la Historia, tiene como eje narrativo a las guerra médicas.

Este blog no tiene mucho en común con otros blogs o sitios dedicados a la historia militar. Este blog no se propone ofrecer relatos táctico-operacionales, eventualmente lo hará, pero sólo como una actividad subordinada a un objetivo más importante: entender el impacto social de la guerra.

Para ello, recurrirá a siete propuestas metodológicas: la de la Antropología social, la Sociología, la Psicología, la Economía, la Ciencia Política, la Teoría Cultural y la Historia Global.

La importancia de la Antropología social radica en que produjo dos posturas entorno a la guerra: o bien la guerra es parte esencial de la humanidad y por tanto inevitable, o bien es una construcción social y por ende evitable.

El aporte de la Sociología al estudio de la guerra parte de sus clasificaciones de los distintos tipos de organización y burocracia militar.

El valor de la Psicología consiste en que aplicó métodos de análisis, tanto individuales como grupales, lo que ayudó a explicar fenómenos patológicos y de liderzgo.

La Economía estudió la relación de costos-beneficios en los conflictos bélicos, así como la creación de sistemas de financiamiento estatal para sostener aparatos militares.

La Ciencia Política abordó tópicos como la concentración de poder en Estados igualmente centralizados, lo que se conllevó a la idea y en ciertos casos a la práctica del monopolio de la violencia ejercido por el Estado y no por los individuos.

La Teoría Cultural contribuyó con ideas postcoloniales, ya que resaltó el papel de los agentes subalternos en la historia, que hasta entonces habían sido marginados de la explicación dado que la historia la escriben los vencedores (los vencedores en el campo militar).

Finalmente, la Historia Global, apoyada en metodologías comparativas, encontró fenómenos globalizadores a partir de tópicos militares. Por ejemplo, la producción y tráfico de armamento, o la existencia de reservas de petróleo como casus belli prístino.

Serán estos, y otros temas, los que abordaremos en este blog.